1 de marzo de 2011

Saludes querida, si no te has muerto de sida (música de eskorbuto/ cd-esquizofrenia)

Saludes querida, si no te has muerto de sida (música de eskorbuto/ cd-esquizofrenia)
Si, la misma, era ella la calva, la misma que se peinaba con el agua de los charcos, la misma que usaba ropa de hombre cuando perdía la propia, era la calva, la culpable de que alguna vez nos echaran de un bar.
Cómo olvidar eso, cuando estábamos los que ahora desconocemos, los que se fueron de la misma forma que vinieron; no recuerdo si era viernes o sábado, qué importa, igual, todos los días eran de farra cuando estábamos juntos. Estábamos en un bar, como raro, no solíamos frecuentar esa clase de sitios, nuestro bar oficial era y siempre será: La calle.
Estábamos en una mesa, hablando no sé de qué, no sé a qué hora y no sé a quién se le dio por armar un pogo, yo no estaba ni muy ebria como para omitir cada detalle ni muy sobria para no entrometerme allí. Allá se fue ella, con el ánimo de golpear a quien se le diera la gana, con la autoridad que se autoestablecía, con el derecho de siempre hacer lo que se le diera en gana, como siempre.
Trataré de resumir esto a lo básico: Golpe que va golpe que viene, sangre y uñas, allá estaba peleando con otra nena, al parecer ninguna de las dos se agradaba porque los golpes eran fuertes, muy fuertes. La calva le jalaba el cabello y la otra chica trato de hacer lo mismo pero esperen… esa cabeza no tenía pelo dónde coger! Como era de esperarse, el novio de la otra chica se percató de la trifulca y muy alegremente le rompió una botella en la cabeza a la calva. De ahí en adelante solo recuerdo golpes para todos, yo me metí y ni supe quién me empujo, luego entro el Pecueka, luego el caremodelo, luego el Jimmy H., luego el flako y luego… luego estábamos frente al bar golpeados y bebiendo, nos habían echado, pero habíamos ganado o por lo menos eso creía yo.
Nuevamente nos veíamos, después de algunos años. Estaba delgada, y tenía muchas perforaciones en su cuerpo, incluso en su grata bienvenida y actualización de datos me mostró a mitad de la calle las perforaciones de sus pezones. Yo estaba algo cambiada, ella me había conocido con el uniforme del colegio y el cabello oscuro ahora lo tenía lila y andaba de botas y tubos. Caminamos un buen rato por el centro de la ciudad, me presentó a su nuevo marido, un tatuador, que gracioso ver a un metalero con una “punkera”, ahora ella no solo escuchaba punk sino heavy y otras cosas y a las cuales no les dí relevancia, según ella esta vez (supuestamente) sí estaba enamorada, no me importaba su vida ni la de él, si hubiera querido estar sentimental me hubiera quedado en la casa viendo novelas.
Para esos años yo no sabía mucho de esa ciudad, conocía su nombre, su terminal de transportes y el parque donde estábamos en ese momento, había ido varias veces a conciertos pero me limitaba a disfrutar el viaje sin preguntar si quiera el nombre de casa sitio, barrio o ruta del bus.
Compramos un trago y nos sentamos a beber, inexplicablemente el novio de la calva se fue (no supe de él hasta el otro día) aun así seguimos bebiendo pero ahora donde ella vivía, su habitación tenía un colchón en el suelo y unas cuantas ollas en un rincón, olía a moho y hacia frio, a media noche el sueño me privó y al día siguiente salimos a darle uso a su juego de cocina. Al volver a su casa teníamos comida suficiente para unos cuantos días, habíamos pasado de tienda en tienda, ella entraba y hablaba y luego la gente le daba comida, parecía fácil, a cada persona le decía algo diferente y ella sencillamente estiraba los brazos. Yo intente hacerlo pero la risa no me lo permitía, hay que ser buen actor para tener la credibilidad suficiente y decir: Dame comida! Dame dinero! Y con cara de: No lo gastaré en drogas, lo prometo.
Ella cambiaba su forma de hablar dependiendo a quien se encontrara, a los de las tiendas les hablaba dulce y tiernamente, a los cuatreros parecía espantarlos solo con su timbre y expresión de repudio y a los demás punkis les hablaba con una mezcla de acentos, que solo la entendían los habitantes del centro del país.

Ese día al igual que el anterior bebimos, conocí partes de la cuidad que no salían en tv y corrí hasta más no poder después de que un hombre con un cuchillo gigante intentase robar mi bolso y cortar mi chaqueta.
Cuando llegamos a dormir, el novio de ella estaba ahí, enojado, ebrio y sucio, yo solo quería dormir y ellos… quedaron allí. Pues bien, el otro día al despertar una sábana tapaba a la calva y a su novio, ella, muy alegre y entusiasta me mostro un tatuaje, un tatuaje que no tenía el día anterior, un tatuaje que hubiera preferido no ver, un tatuaje que iba desde su oreja, bajaba a su cintura y terminaba en la punta de su pie. Él no parecía agradable, al parecer era innato ese gesto de descontento marcado en su rostro, además, recuerdo que la única vez que hablamos logre percibir en su aliento el desayuno y almuerzo de los tres días anteriores. Sé que ella no lo quería, ella no quiere a nadie, ni a su propia madre, hablaba de los hombres como hablar de preservativos, aveces parecía insensible, no le gustaban los animales ni el rosa, amaba la heroína, el cigarrillo con ganya, los tragos baratos, el sexo y la pega… la increíble vida vida de un ser vulgar dirían los eskorbuto
Lo más similar con lo que puedo asociar esa escena es a la de una prostituta vistiéndose frente a su cliente, con la diferencia de que el cliente era ella.
Olía a pegante y a sexo, y la música de fondo era de unos tales Slayer.
Para esos años yo hacía malabares en los semáforos, sin nariz de payaso ni encima de un monociclo, solo por cosas de la vida y del “retaque” fui aprendiendo hasta hacerlo con tal gracia que no importaba si salía bien o mal, si se caía todo al pavimento o si me golpeaba intentando hacer algún giro raro, lo importante era disfrutarlo y claro la pasta que conseguía con ello que para ser sincera no era nada mala.
Me sentía asqueada así que salí a un semáforo muy concurrido e hice malabares. Hubo quienes pasaban en sus carros lujosos y me ignoraban como también hubo gente que me daba buena pasta e incluso comida; independientemente de las razones por las cuales la hiciera, me gustaba hacerlo. No sé si eso era o no punk, pero era muy gratificante ver luego mis bolsillos.
Volví por mis cosas y después de quitar la ropa interior sucia que estaba sobre mi bolso me despedí de ella y de su nuevo marido.
Luego de eso no la volví a ver, hubo el chisme de que estaba internada otra vez en un centro siquiátrico, otros dicen que andaba prófuga de la justicia y otros que es mamá.
Saludes querida, si no te has muerto de sida.